Mere Mores
Sunday, September 10, 2006
  El buitre

El miedo era un buitre. Yo lo veía, como de lejos. Hechizada, atada a aquellos ojos vidriosos, unida a la bestia que cargaba mis entrañas, recién cortadas, quirúrgicamente cortadas, colgadas de su pico. Aguanté la respiración. Si respiraba, me tragaría. Y, aún así, extendí los brazos y cubrí aquel torso que una vez sentí, lloré, llamé como mi casa. Sus brazos me cubrieron, sus manos jugaron con mi cabello, como antes. Sentí su beso sobre mi cabeza que se escondía en ese espacio que queda guardado entre su barbilla y su pecho y que tan bien me acomodaba.

No quise abrir los ojos; vería al buitre. Quise convencerme. No necesitaba mis entrañas, podría vivir sin ellas. Al menos así me pareció al sentirme escondida entre sus brazos, acunada en un pecho que siempre había sido mío. Con el último buche de aire, quise separarme de aquella piel sobre la cual se derretía la mía. La cocina parecía un infierno. Sus brazos recorrían mi espalda, levantando la camisa, sus manos me acariciaban. Sus labios tragaban mi cuello; con cada beso me arrancaba la piel. Una piel dura que se comenzó a formar desde el día que creí que no lo vería más.

Me dolían los ojos, no quería abrirlos, pero si no lo hacía me ahogaría. Mis poros se habían cerrado, todos. Era la ausencia de vísceras, la ausencia de lo que me formaba, todo lo que había escondido de él y de todos. En ese momento, supe que tenía que irme, pero mis brazos no respondían. Subían y bajaban por su pecho, bailaban un exótico y desconocido baile, contorsionándose hasta llegar a su espalda, recorriendo su cuello, escondiéndose entre sus tímidos cabellos.

Fue entonces cuando supe que tendría que mirarlo, la falta de oxígeno me mataba. Podía vivir sin entrañas, pero no sin oxígeno. Mis manos se detuvieron autómatas en su cara. Arranqué sus labios de entre mis pechos, levanté su cara, alta, muy alta sobre mí. Cuando logré separar mis párpados, sus ojos chiquitos me miraban derretidos. En ellos pude leer todo lo que él nunca me diría. Siempre hemos sido muy claros, demasiado claros, más ahora que nunca. Mi mirada atravesó la suya y se postró sobre el buitre. Pude ver como su pico se abría lento, parecía disfrutar cada pedazo de mi carne que tragaba. No sabía, hasta ese momento, que un pico podía sonreír. Su sombra se postró sobre mi rostro, que dibujó una mímica de aquella cuasi-sonrisa. Mis labios se acercaron lentamente a los suyos, el calor hacía que corrieran como un río de lava que yo sabía más temprano que tarde se convertiría en piedra.

De la cocina, dando tumbos, volteretas, siguiendo aquella danza demente que causa haber perdido lo que se escondía, llegamos a la cama. Ahora me arropaba el frío, pero nuestra piel se había quedado unida. Yo sabía que llegaría el momento de despegarla y sabía que se rompería. Pedazos de él se quedarían conmigo, ¿cómo podría él despegarse los míos? Todos los no, que mi mente creaba, se atoraron en mi garganta mientras sus manos deshacían botones y mi ropa se derramaba de mi cuerpo, empapando el suelo del frío cuarto. Fue entonces que me deshice, por dentro. Él quiso llenarme, y yo sabía que no sería suficiente. Todo lo mío se había ido con el buitre. Las olas tomaron control de dos cuerpos que volvían a ser uno. Mi boca se abrió queriendo tragar sus labios.

De repente, el silencio. De repente, la calma. Las frases, los besos sobre los ojos, las manos cansadas. Mientras caminaba hacia el baño, sentí su piel sobre la mía y quise que no se secara, que no se cayera. Tal vez podría despegarla, poco a poco, guardarla, crearme nuevas entrañas. Mientras salía, volví a mirarlo a los ojos, quise creer su sonrisa. Bese de nuevo sus labios. El me pidió que me quedara, no tenía porque irme. Yo sabía que no me podría quedar, era parte del trato, del acuerdo. El buitre volaba sobre la casa, sobre mi carro. ¿Y mis pedazos sobre su piel?

Yo riego los suyos, día a día, para evitar que se sequen y me abandonen. O, tal vez, esperando recuperar el aire suficiente para despegarlos y, así, calmar al buitre que todavía me ronda.
 
Tuesday, July 11, 2006
  Adiós
E. Irving Couse, godart.org/alone_taos.html

No merece tu recuerdo
reclamar el lugar
que ayer invadió
y que hoy ha dejado desierto

No lo merece

Hoy lo vacío
hoy mis entrañas
no guardan
tu presencia

No guardaré en ese espacio
tus dedos recorriendo
ese camino que parecía tan tuyo
entre mi pecho

tampoco tus ojos
esperando a que los míos
se abrieran
para cubrir de besos mi rostro

no guardaré tus tonos
ni tu vaivén
no guardaré tu abrazo
ni tus susurros

guardaré el calor que sentí
la pasión que sólo dentro mío descubrí
guardaré tu sonrisa y tus suspiros
porque fueron sólo obra mía

guardaré tu temblor
tu sudor
tu anhelo
tu desesperación
la forma en que apretabas mi carne
la forma en la que tus ojos
se cerraban
la forma en que temblabas
tus gemidos

guardaré todo aquello
que dejé grabado en ti

todo lo demás te lo doy

hoy no guardo un espacio para ti
sino que guardo dentro mío
aquello que descubrí

aquello que dejaste

cuando de mi piel
saliste huyendo
 
Saturday, March 18, 2006
  Incroyable

Tengo suerte, creo que sí. Mi hija no es exigente, me pide sólo lo que necesita. Ojalá pudiera darle más de lo que necesita, pero la calle está dura.

Ella y sus amiguitas son iguales. Claro, de vez en cuando se mueren porque simple y llanamente no pueden vivir si no tienen el último CD, unos zapatos nuevos para el casual day del viernes, o quien sabe que otra cosa. Pero, usualmente, viven como niñas felices y agradecidas por lo que tienen.

Mi nena tiene 11 años, casi doce. Hace un año tuvo su primera regla. Nunca ha tenido que pedirme toallas sanitarias. Nunca ha tenido que convencerme de que sean necesarias. Nunca se me ha pasado por la mente que tenga que pasar ese vía crucis mensual a fuerza de pañitos o con papel periódico. Es más, nunca pensé que alguien tuviera – en el siglo XXI – que vivir esto que describo.

Pero una vez más, estaba equivocada. En Kenya se está viviendo otra crisis africana de la que no tenía conocimiento. No, no tiene que ver con la sequía de Somalia – donde la gente muere todos los días, las familias permanecen día y noche a la orilla de la carretera pidiendo que alguien, por favor, les dé un poco de agua porque su pozo se ha secado y buscarla significaría caminar más de 12 kilómetros. Tampoco tiene que ver con las guerras civiles creadas por las potencias , dis que ex-imperialistas. No. Esta es diferente… y parece increíble.

En Kenya, nuevamente falta algo. No hay toallas sanitarias. Las pocas que llegan cuestan demasiado caras para poder ser adquiridas por personas que ganan un promedio de un dólar por día. No sólo sucede en Kenya, Zimbabwe también está sufriendo los mismos percances. Las niñas tienen que faltar a la escuela durante su período. En un país donde se está sufriendo una de las más grandes sequías y, la mayoría de la gente no tiene agua para cocinar, no puedo imaginarme cómo una mujer puede pasar toda una semana de flujo menstrual sin tener ni siquiera agua con que limpiar los trapos de tela que utilizaran para mantener algún tipo de higiene. Claro, no pueden hacerlo… y mueren de infecciones.

Hay organizaciones que se han dedicado a proveer toallas sanitarias y tampones a estos gobiernos. Pero, aquí viene lo bueno, los gobiernos se han negado a eximir de impuestos estos productos hasta que pasen unos supuestos controles de calidad. (Vea la noticia en la BBC: http://news.bbc.co.uk/2/hi/africa/4805516.stm).

Es increíble que vivamos estas situaciones hoy día. No hay mucho que yo pueda hacer desde acá. En realidad, muy poco. Pero, ¿sabremos valorizar lo que tenemos? ¿o continuaremos quejándonos porque quién sabe qué no pudimos comprar?

Este escrito no tiene la intención, para nada, de ser material literario. Tal vez sirva sólo de válvula de presión. O quizás vaya, poco a poco, abriendo los ojos a los que lo lean. Ojalá permita que podamos ver que el mundo no termina en estas costas bañadas por el Mar Caribe o el Océano Atlántico. Yo sólo sé que de aquí a una o dos semanas, ir a comprar toallas sanitarias a cualquier farmacia, supermercado, 7-11 o gasolinera, tendrá todo un nuevo significado.

 
Monday, February 06, 2006
  Eo ire itum insquequo patefacio foris
Crossroad by Kjeld Tideman-Johannessen

Siempre llegaba a la cama con los ojos casi cerrados. Resistía todo cuanto podía; nunca era suficiente. No hacía más que juntar los párpados, dejarse llevar, y todo aquello en lo que se convertía ese mundo que no era, se inundaba de caminos, de rectas, de flechas cruzadas. Intersecciones que se le escapaban, pues ella no caminaba lo negro del camino, sino lo veía desde afuera, en el plano incoloro desde donde, todas las noches, esperaba se construyera una curva, un giro que la llevara a acercarse al cruce en el que, estaba segura, todo sucedería.

 
Sunday, February 05, 2006
  La soledad se paseaba

entrelazando sus manos
con mis negras noches;
perdida en la cadencia de adoquines
yertos, grises, desiertos.

Calles cerradas, abrazaban
aquello que de ti, de tantos,
me sobraba.
Ventanas que explotaban
azotadas por el hurracanado vacío
que dejó tu recuerdo...
y el suyo,
el acumulado desasosiego
que perseguía mis encierros.

Una sucesión de excusas,
recluídas en sábanas clausuradas,
encadenadas en silencios agotados,
en voces atragantadas,
en tus palabras ausentes,
en mis mudos reclamos.

Siluetas colgaban de los faroles;
gatos viejos adornaban
el perfume del encierro,
con un canto anciano,
con un gemido lunático
que estremecía mis murallas.

Dentro de la cápsula de la noche,
huyendo de Cronos,
tallada dentro del espacio,
encerrada en ese camino que me dolía,
volví a escuchar mis propias mentiras
pariendo una fe natimuerta,
creyendo tus ausentes brazos,
y el ahogo de aquel mar
que en lo oscuro de la noche
te nombraba.

 
  Un compromiso prestado

Me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo que de éste me caiga encima, ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contrariada.

Me comprometo a recordar, a conocer mis yerros, a bendecir mis arrebatos.

Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre.

Larga vida prometo, larga paciencia, historias largas.

Y nada abreviaré que deba sucederme, ni la pena ni el extásis, para cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mi vida.

Ninguna eternidad como la mía, Angeles Mastretta

Imagen: The Dreaming Goddess (c) Sharon George (2004)
http://www.fantasy-goddess-art.com/dreaming.html

 
Sunday, January 29, 2006
 

Life is

THAT which

Y O U Create

out of

Serendipity
 
Friday, January 06, 2006
  ¿Renunciar será como dormir?

LI I - HR Giger

¿Y si regreso? Si doy vuelta atrás y me olvido, me conformo con lo mucho o lo poco que haya podido lograr y hago otra vida, una que conozco porque bebí por años la exactitud de los minutos predecibles.

¿No será más fácil? ¿Cómo sé, a ciencia cierta, que ésta que soy es la que tengo que ser? Tal vez si regreso podré convencerme de que todo fue un sueño.

¿Renunciar será como dormir? ¿Lograrán también dormirse las víboras que nadan día y noche dentro de mi mente? ¿Me abandonarán ellas también? ¿Podré convencerme de que no me merecía otra cosa?


 
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